LAS PRIMERAS MAESTRAS

 

 

LAS PRIMERAS MAESTRAS

 

Elena Bermúdez Rey

Ángela González Pérez

Wiam Laaouina el Hachimi

Sagrario Pérez Menor

Facultad de Educación, Fábrica de Armas (Toledo)

D. José Alberto Crespo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ÍNDICE

 

RESUMEN.. 3

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA.. 22

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

RESUMEN

Este escrito está dividido en cinco partes.

La primera parte nos explica el concepto de educación desde el punto de vista de Nicolas de Condorcet, Immanuel Kant y Jean - Jacques Rousseau, para pasar a marcar las características de las maestras que han ido apareciendo en cada época:

-        Maestra analfabeta (1783 - 1838)

-        Maestra maternal (1838 - 1876)

-        Maestra racional intuitiva (1876 - 1882)

La democracia es una forma de gobierno justa y adecuada para vivir en paz y con conformidad. Para conseguir una democracia ideal, es importante que gobernantes y ciudadanos se comuniquen, ya que de esta forma conseguirán alcanzar objetivos comunes.

En los inicios del siglo XXI la humanidad venció obstáculos, uno de ellos el excluir a la maestra por su condición femenina. Pasados los años, el problema ya no era la exclusión, sino la gran inclusión de mujeres en los sectores peor pagados, como es el magisterio.

Entre los años 1783 y 1838 existía lo que podemos llamar maestra analfabeta, es decir, mujeres que se dedicaban al magisterio sin ser profesionales, ya que el destino de la mujer era la maternidad y en el matrimonio era innecesario que supiesen leer y escribir. Siguiendo la opinión de estos autores solamente necesitaban la educación que sus madres les pudiesen dar. Las madres que también eran analfabetas solo podían transmitir a sus hijas comportamientos femeninos y domésticos. Características como la dulzura, paciencia, limpieza y el pudor hacen de estas mujeres las mejores cuidadoras de sus hijos, pero sin derecho a recibir instrucción. Mujeres analfabetas, pero que llevaban impreso el instinto maternal y el saber cuidar a los niños.

En la primera mitad del siglo XIX la maestra maternal desarrolla su actividad y empiezan a aparecer las primeras clases de párvulos para resolver una cuestión de necesidad de la clase obrera. Alrededor de 1830 los políticos ponen su intención en que haya más presencia femenina cualificada, pero aun así las maestras se fueron incluyendo muy poco a poco en las escuelas, tenían tareas menores, de poca importancia, apoyando al maestro y, sobre todo, en el cuidado de los niños más que en su educación, ya que por su naturaleza maternal tienen cualidades mejor valoradas para estos cuidados. El maestro se ocupaba de enseñar y educar y la maestra de cuidar.

Situándonos entre los años 1868 y 1882 aparece la maestra racional intuitiva. Este término supone la tercera fase de la incorporación de la mujer a la educación pública y hace referencia a una profesional a la que se le exige cursar un método para enseñar en el aula. Según Nicolas de Condorcet, todas las características que la mujer ha ido aprendiendo en el hogar por su condición de cuidadora, la convierten en la candidata idónea para desempeñar el trabajo de maestra.

En la actualidad, consciente o inconscientemente aún hay prejuicios sobre la inclusión de ciertos puestos para mujeres. Con el paso del tiempo, las mujeres han sido mejor valoradas. Hoy en día, probablemente sea más fácil para una maestra que para un maestro el cuidado y algunos grados de enseñanza, por ejemplo, en los cursos de infantil, ya que los pequeños crean un vínculo semi-maternal con su profesora.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hubo un tiempo en el que la mujer quedó apartada de la labor del campo, de la cultura y de la instrucción. Esta exclusión se justifica manifestando que el destino biológico de la mujer era la maternidad y el matrimonio, pues sólo ella tenía la capacidad de enseñar a sus hijas a ser madres y esposas, por lo tanto, la mujer quedó reducida de sus derechos fundamentales.

En la década de 1770, Carlos III inicia la andadura profesional de la maestra española. Este modelo se inició en España y no desaparecería hasta 1838. Los ilustradores españoles como Jovellanos, Campomanes y Cabarrús ven a la mujer como un punto blanco privilegiado para la infancia. Las mujeres estaban incluidas en sus proyectos de reformas, pero excluidas de las labores que se consideran más apropiadas para el hombre, como la agricultura, que era la principal fuente de ingresos en España. Por lo tanto, lo justificaban como que el trabajo del campo no era suficiente para emplear a toda la población y a la mujer se le consideraba privada de fuerza muscular por su condición femenina. Su destino biológico fue empleado en la industria textil. Campomanes consideraba más aptas a las mujeres para este tipo de trabajo, ya que no requiere gran actividad muscular. También consideró conveniente que las familias nobles acogiesen en su casa a mujeres con menos recursos, ocupándose de alguna tarea de utilidad.

El 11 de junio de 1783 se establecieron oficialmente las escuelas de niñas en España. Estas escuelas contarán con el respaldo económico de las Diputaciones de la Caridad, que son instituciones de carácter vecinal creadas por Carlos III, cuya finalidad es crear escuelas y entidades caritativas en los barrios.

Las condiciones que se exigían para ejercer dependían del sexo:

-        Para ser maestro era necesario pasar una prueba de doctrina cristiana, saber leer, escribir y contar, demostrar tener una buena vida, costumbres y entregar un certificado de limpieza de sangre.

-        Para ser maestra solo era necesario un informe acerca de su vida y costumbres, y ser examinada de doctrina cristiana. Simplemente se fijaban en su reputación, ya que nos les importaba que no supieran leer ni escribir, es decir, que fueran analfabetas. Por lo tanto, la educación que va a ofrecer la maestra a las niñas va a ser moral, no intelectual.

Las diputaciones del barrio estaban encargadas de ayudar económicamente a vestir a las niñas y a ofrecer materiales para llevar a cabo su enseñanza.

Estas maestras procedentes de clase media social desfavorable y escasos conocimientos debían enseñar comportamientos dignos y alejarlas del mal vivir.

Lo primero que enseñaban las maestras a las niñas eran las oraciones de la Iglesia, la doctrina cristiana, las buenas costumbres y también les enseñaba a coser, es decir, las niñas aprendían en la escuela todo tipo de utilidades para cumplir con sus futuras funciones maternales y las madres o tutoras desde el hogar se encargan de modificar vicios y malas costumbres.

La junta de Damas de Honor y Méritos de la Sociedad Económica Matritense (1787-1882) estaba compuesta por 14 damas ilustradas, que estuvieron encargadas de vigilar el funcionamiento de la escuela femenina. Este hecho era una novedad histórica en España, ya que las mujeres nunca se habían reunido antes, excepto para rezar. El 90% de las damas estaban casadas y podían combinar perfectamente sus deberes familiares y domésticos.

La maestra podía estar soltera, viuda o casada, pero tenían que pasar por una prueba para ingresar, que consistía en medir su cultura y su habilidad con la aguja.

La escuela Patriótica se hizo para ocupar a las niñas pobres en las industrias artesanales, donde las alumnas aprendían bajo la supervisión de la maestra. Más tarde, estos objetos textiles eran expuestos en mercados y los beneficios que sacaban eran para sufragar los gastos.

El Informe de Quintana plantea importantes dificultades referentes a la escolarización masculina, ya que lo que quiere lograr en la educación es una evolución y un progreso de la sociedad, no solo que sirva como una reforma social. Por lo tanto, propone enseñar a leer con sentido, escribir con claridad y con buena ortografía, infundir en los dogmas de la religión, enseñar los principios de la buena moral y crianza e instituir sus derechos y obligaciones como ciudadanos.

El suceso de este informe consiste en el llamamiento al comienzo de la igualdad de las oportunidades educativas.

Los ideales de Quintana están muy relacionados con los de Condorcet, los dos consideran que es un deber del Estado brindar formación a todos los ciudadanos, sin embargo, se muestran incapaces de llegar a la misma resolución con la educación de las mujeres, a la que niegan el derecho de recibir instrucciones públicas, ya que el papel de la mujer lo ven como una pieza innecesaria para alcanzar el progreso nacional. Por lo tanto, la enseñanza del hombre y de la mujer debería de ser diferente, ya que viene marcado por la propia naturaleza, que ha adjudicado a cada sexo un oficio distinto, así pues, el destino de la mujer es la maternidad y su educación debe ser moral y doméstica.

El futuro político de España se encuentra en manos de un Rey que no tiene muy claro el sistema político que adoptar, por lo tanto, la educación en España sufre un retroceso, ya que como consecuencia de los desórdenes políticos y la guerra Carlista, el monarca propuso que la educación pasará a manos de la Iglesia. En efecto, la educación femenina va a seguir el patrón religioso aún más duro e ineficiente.

La política educativa de Carlos III y Fernando VII es totalmente diferente, ya que, para cubrir la financiación de la enseñanza primaria, Carlos III sufragaba los gastos de las escuelas a través de diputaciones y Fernando VII decide encargar a la Iglesia de la financiación la creación de Escuelas para niños pobres, y más adelante se llegarían a solicitar las escuelas de niñas en los conventos.

Los contenidos que se imparten en la educación primaria dependen del nivel económico de cada municipio, por lo tanto, se va a generar desigualdad social.

En 1824 se difunde el Plan Calomarde. Se lleva a cabo una reforma total de la enseñanza y recoge muchas ideas del anterior reglamento, pero no abandona el programa de alfabetización de las mujeres en relación con su formación religiosa, ya que les iba a permitir leer en los catecismos y eso resultaba de gran utilidad al Estado.

El Real Decreto del 16 de febrero de 1825 se ocupó de la Escuela de Primeras Letras. Aspiraban a desarrollar establecimientos donde las jóvenes obtuvieran la cultura general de las clases acomodadas. A consecuencia de esto, nace el Plan y Reglamento de escuelas de Primera Letras de 1825, donde se establecen cuatro tipos de escuelas que impartían una educación adaptada a las condiciones sociales y económicas de cada ciudad o municipio. Las escuelas consideradas de primera clase se establecen en los cuarteles de Madrid y las capitales del reino, las escuelas de segunda clase se encontraban en los barrios madrileños y en las capitales de provincias, así como, los pueblos cuyo número de vecinos llegasen a mil. Las escuelas de tercera clase eran los pueblos entre quinientos y mil habitantes y, por último, las escuelas de cuarta clase eran los pueblos de cincuenta a quinientos vecinos. En las escuelas de primera y segunda clase la enseñanza era más amplia y los maestros ingresaban por oposición, mientras que en las dos últimas la educación era más reducida y los maestros ingresaban por examen.

En el reglamento de 1825, el legislador determina el comportamiento y el nivel de conocimientos que exige de estas maestras. Se establece conseguir un prototipo de mujer aferrada a los principios religiosos y así serviría de medio para fortalecer su política absolutista, por lo tanto, la mujer maestra quedaba excluida del derecho a elegir el contenido y métodos de la enseñanza, pero no tenían que pasar ninguna oposición para ejercer como era el caso del maestro, si no con una prueba, cuyo nivel disminuye, dependiendo del nivel económico del municipio. Estas maestras eran examinadas por mujeres que debían calificar su cultura femenina, su formación religiosa y su conducta moral, pero en el caso de que las maestras estuvieran casadas debían presentar una autorización del padre o del marido para poder ejercer.

La mentalidad de esta época entendía que el cabeza de la familia era el hombre, por lo tanto, la mujer debía de ganar menos que él, ya que a ella se le consideraba como una sombra.

Por lo tanto, va a haber una gran diferencia entre el sueldo de la mujer y del hombre, ya que, en el ámbito educativo, el maestro de primera clase pasó a ganar en Madrid 8.000 reales y la mujer con la misma situación cobraba 3.000 reales. Esta cantidad iba disminuyendo a medida que descendía el número de habitantes.

En los centros privados se da mejor calidad de educación femenina, pero no varían los sueldos que recibían estas maestras, ya que ganaban lo mismo que una maestra en una escuela pública, pero a estas mujeres el sueldo no les importaba tanto como el prestigio, puesto que, en estos centros privados sólo acogían a niñas de clase social más elevada.

 

Nos adentramos ahora con la mejora de una maestra analfabeta a una maestra maternal, referido a términos familiares.

Una maestra maternal se va a basar en una esposa que ayude al marido, estará más integrada a nivel familiar.

Estamos ante una época en la que es muy difícil escolarizar a la infancia, la necesidad económica es lo que hace posible la necesidad de formar también en la cultura, aunque sea mínima de las mujeres, eso sí, sin olvidar el papel principal de un hombre, que será el que siga dirigiendo en este ámbito de la educación.

Se presenta la figura de la mujer en la educación con el mismo rol que en el ámbito familiar, es decir, al ser madre y esposa al mismo tiempo, repercute también en los niños en el ámbito familiar y una mujer es la que pasa con sus hijos los primeros años de infancia mientras el padre, cabeza de familia, trabaja.

Las mujeres, por tanto, son las que dan a los niños los valores morales, siendo buenas esposas, maestras maternales y unas figuras inferiores al hombre, pero necesarias a partir de ahora en la escuela. Representando a la familia, padre como patriarca, madre ocupándose de los hábitos de limpieza, inculcando moralidad a los niños, los valores que necesitan interiorizar los van a tener a través de ese apoyo de las maestras en la escuela.

Con Montesino, político progresista, en la Cortes de Cádiz (1812), emigró a Inglaterra a la vuelta de Fernando VII (1823), y allí se inspiró en las escuelas inglesas, apoyando la idea de que las maestras aprendieran en la práctica ayudando al maestro.

Con la muerte de Fernando VII, en 1833, vuelve a España y se interesa por las reformas educativas, sobre todo, por la educación de la mujer y por la escolarización infantil, impulsando la Primera Escuela Normal de párvulos en Madrid y escribiendo el primer manual para maestros a este nivel educativo.

Para afrontar este nuevo nivel de educación se necesita a la mujer. Hasta ahora no se había valorado la posibilidad de la alfabetización en éstas, pero ahora tendrían una educación hasta cierto punto, siempre bajo la tutela del maestro y así, el niño, vería en párvulos la misma figura en la escuela que en el ámbito familiar, una maestra o una madre que al igual que se ocupaba de la higiene o alimentación en casa, en el colegio se vería reflejado este modelo social basado en la familia patriarcal.

El patrón que se debía seguir para ser una maestra era ser joven, buena esposa, sumisa, llena de amor y valores, y para aprender, necesita al maestro, desempeñando en la escuela el mismo papel que hasta ahora ha tenido en la casa, pero en la escuela, con la particularidad de que ahora, gracias a Montesino, se consigue incluir a la mujer de manera subordinada al maestro, por lo que no cobra, pero se soluciona así el problema de la alta demanda de escolarización, teniendo dos maestros por el precio de uno.

La maestra maternal se va a dividir en dos niveles, dependiendo del número de párvulos que tenga el maestro, el nivel de conocimiento y el nivel de conocimientos exigidos. Así, podían llegar hasta 250 alumnos, siendo también ayudados por una criada, pero siempre siguiendo este modelo de ambiente familiar.

Se puede decir que el modelo de maestra maternal surge paralelamente por la necesidad de la clase obrera de llevar a sus hijos al colegio y así poder ser atendidos.

La primera escuela de párvulos se abre en 1838, gracias a una donación que puede llevar a cabo esta apertura. Una escuela que muchos países europeos habían establecido después de visitar en Londres las “infant schools” y fijarse de ellas.

Es en 1850 cuando la Escuela Normal Central pasa a depender del Estado y con la Ley Moyano (1857), primera ley en la que se regula la enseñanza en tres períodos, se dispone que el gobierno debe establecer párvulos en las capitales de provincia y en las poblaciones de más de diez mil habitantes, aumentando así, más en los privados de 54 a 468 que en lo público, de 41 a 347, sin saber si era por la confianza de los padres en estos centros o por la poca consideración de las escuelas públicas por el Estado.

En estas escuelas, todos los niños y niñas aprendían imitando, conociendo desde su infancia principios morales y religiosos, basándose en ese aprendizaje de imitación, proyectando a través de los adultos cómo tenía que ser la familia y qué buenos hábitos debían adquirir.

No sólo se pretendía esto, sino que, también, publicando en 1939 el Reglamento de Comisiones de Instrucción primaria, se pretende que los profesores proyecten a los padres el ejemplo del colegio para que los padres también los respeten a ellos y sean modelos en sus casas para sus hijos.

Con estos centros de párvulos se intenta crear una sociedad igualitaria, en la que los niños son cuidados en un ambiente de respeto por personas cariñosas que piensan en su bienestar, pero se puede pensar que tiene un doble sentido, es decir, más que la sociedad igualitaria, parece más un comportamiento religioso.

Hasta 1857 el modelo de maestra es el de una maestra debajo del ala del hombre, sin cualificación y es a través de Moyano y el interés que despierta en la clase alta esta formación, por el que se propone un plan de estudios más profesional, aunque por supuesto enfocado al hogar, no al magisterio, siendo el comienzo de una maestra racional intuitiva.

Con la Ley Moyano, se intenta establecer y conseguir un mínimo de derechos para los maestros, no maestras, en los que la sociedad tenga gran desinterés, ya que los padres preferían a sus hijos trabajando con ellos y no sentados en una silla perdiendo el tiempo.

La escuela había estado muy descuidada, menospreciando al maestro, con falta de reconocimiento tanto por la sociedad como por el Estado, ya que económicamente los ayuntamientos no invertían en las escuelas.

Gracias a la ley Moyano, se establecen más escuelas para niñas y se abre en Madrid la primera Escuela Normal Central de Madrid, primer paso para reconocer a las maestras.

La Ley obliga fija la gratuidad, para familias que realmente no puedan pagarlo y establece la obligatoriedad, encargándose las autoridades locales de financiar, apareciendo el problema de que cada Institución lo hacía como le parecía.

El modelo de escuela que se propone está claramente enfocada a los niños, si los habitantes eran menos de 500 podían ponerse de acuerdo los pueblos vecinos y establecer una escuela en común, surgiendo el problema del transporte y a la vez del incumplimiento.

Así, Moyano, permitió crear escuelas incompletas que fueran mixtas para todo el año o por temporadas, en las que estaba al frente una persona sin titulación de maestro, que podía ser el párroco, el secretario del ayuntamiento o una persona compatible con la educación.

Este tipo de escuelas en las que los maestros no eran maestros se crean desde un punto de vista económico, ya que la Educación para Moyano tenía todos los puntos de vista menos el más importante, el pedagógico, lo que hace que se produzca un desacuerdo por parte de los maestros, los cuáles, cada vez más perjudicados e infravalorados, buscaban otros trabajos mejor remunerados.

El abandono de maestros se convertía en oportunidad para las maestras y solución económica para el gobierno, ya que tenían la tercera parte de un sueldo de maestro y aunque estaban mucho peor formadas que el sector masculino, no importaba debido a la mejora de la economía.

Por otro lado, también se convirtió en un problema dejar a la Juntas Locales que administran el dinero para los colegios en las Juntas Provinciales si se invierte más dinero en los colegios. Aun así, Moyano tuvo que tomar medidas cómo la obligatoriedad de ir al colegio entre los 6 y 9 años, multando el incumplimiento, pero el índice de analfabetismo siguió siendo muy amplio. En 1880, más del 62% de la población estaba sin escolarizar.

Aun cuando el abandono de los maestros permite incluir a las maestras, la ideología sobre el sexo femenino sigue manteniendo prudencia para que no aprendan demasiado, sólo dentro de los límites de su feminidad.

Aunque cada vez eran más las maestras que recibían formación, estaba el problema de que la única Escuela Normal se encontraba en Madrid y la familia no enviaría a una mujer allí para que perdiera sus valores morales. Mientras, eran las clases acomodadas las que recibían esa educación a través de las doctrinas cristianas, sin estar reguladas por el Estado, ya que, no es hasta 1877 cuando se establecen normas para regular el establecimiento de estos centros.

La inferioridad del sexo sigue vigente, los inspectores de escuelas que se encuentran con el analfabetismo que tienen los maestros (muchos de ellos porque los regalaron el título) y maestras, conscientes de que la mujer necesita orientarse, crearon manuales para ayudar al sexo opuesto, basado en una mujer con una fuerte doctrina cristiana, para no perder ese sentimiento moral y religioso, basado en la caridad o en la modestia. Inculcando el método de Montesino, una mujer con el mismo papel en la casa y el colegio, sumisa al sexo superior, el hombre.

Magisterio sigue sin verse cómo una profesión de mujeres. Los manuales se dirigen a madres y maestras, es decir, a una futura esposa y madre, esperando de ellas que inculquen la misma moralidad a las niñas.

Tristemente, la mujer, aún no se considerará un ser racional, simplemente, es un ser a la que se le asigna una función moral que debe adquirir y transmitir.

 


 

Nos encontramos en el momento en el que España se abre a Europa para transformarse en un país moderno capitalista. Se introdujo el Krausismo y como consecuencia de ello, el nivel exigido a la maestra fue disminuyendo. Más tarde, gracias a los límites académicos que introdujo en el país Moyano, las diferencias en la formación que recibían mujeres y varones fueron disminuyendo. Se produjeron cambios significativos que llevaron al tercer modelo de maestra.

El modelo de maestra maternal propuesto por Montesino (el cual estaba copiado por infant schools inglesas), supuso la incorporación de la maestra en las escuelas públicas. En cambio, este modelo continuará presentando diferencias sustanciales entre maestros y maestras. 

Según Kant, la naturaleza de la mujer había sido engendrada para sostener el hogar, a su marido e hijos, sin embargo, el hombre por naturaleza debía de ser sometido a la escolarización e institución. Más tarde, se tomó conciencia de la influencia positiva de la inclusión de maestras en la escuela. Sus primeros puestos fueron destinados a los primeros ciclos, ya que gracias a su experiencia como madres tenían ya esa cualidad de crianza. Cabe resaltar también que, con la Ley Moyano, la maestra cobraba la cuarta parte de lo que cobraba un maestro. Los ayuntamientos que aprovecharon esta ventaja fueron motivando y elogiando a las mujeres para que ejercieran de maestras y se les fue formando para que subieran de nivel dentro de la escuela. Esto produjo desinterés por parte de los hombres, los cuales fueron abandonando esta profesión. Sin embargo, por el otro lado, la mujer se llenaba de prestigio y reconocimiento social. 

Más tarde surgió la maestra racional intuitiva. A esta se la exigía cumplir tanto en la escuela como en el hogar. La mujer sufría y sigue sufriendo hoy en día estas exigencias. Se pide que responda en la escuela con todas las exigencias y que, a su vez, cumpla todos sus deberes del hogar. A las maestras se las reclamaba mayor profesionalidad en el ámbito educativo, por lo que el 31 de marzo de 1876 se abrió la primera escuela modelo de párvulos, organizada como jardines de la infancia. Esta seguía la teoría de Fröbel. Se formaban a madres y maestras, ya que consideraba que las dos tenían una misión muy parecida, llegar al fondo de la naturaleza infantil para conseguir, con la ayuda de esa intuición femenina, un mayor provecho de las capacidades de la niñez. Fröbel también consideraba que era importante mantener la división entre ambos sexos para mantener el equilibrio de la “unidad humana”. Se consideraba que la mujer conocía y respetaba mejor que el hombre la infancia al haber dedicado más tiempo a cuidar de sus hijos, resulta el agente educativo idóneo para acometer la tarea de regeneración social a través de la educación. Esta se consideraba como el nuevo aparato de control.

La mujer era la maestra tierna, alegre, candorosa y risueña, con una paciencia sin límites, que tenía un instinto peculiar para adivinar las necesidades más pequeñas, un timbre de voz que atrae, unas maneras distinguidas, una imaginación viva llena de recursos. La maestra estaba señalada para educar a la infancia durante los primeros seis años de vida, y después, a partir de esa edad, el hombre debía continuar con la obra empezada. Para la mujer nunca estuvo bien visto que trabajara, esto era la labor del hombre, las mujeres solo trabajaban cuando se consideraba una necesidad de fuerza mayor, por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial, en la cual los hombres salieron del país y se quedaron las mujeres cubriendo los puestos en los que el hombre ejercía. A la mujer no se le permitía desempeñar ninguna labor que no sea la del hogar, el trabajar estaba considerado un deber del hombre. Sin embargo, cuando comenzaron a incorporarse en el mercado laboral como maestras se generó un clima social muy favorable, ya que se consideraba una profesión que era compatible con los roles de la mujer. Su instinto, su dulzura y su paciencia para educar fueron usados como argumentos para conseguir la aceptación de la incorporación como maestra en la sociedad.

Durante las Actas del Congreso Nacional Pedagógico de 1882 la incorporación de la mujer comenzó a echar raíces, fue aceptada por todos excepto por un maestro. En este mismo congreso se aceptó que la mujer debiese de dirigir su propia aula en párvulos, por lo que pasó de ser la auxiliar del maestro, a ser la maestra. Esta comenzó a aplicar el método intuitivo de Fröbel, para activar el proceso de aprendizaje despertando en la infancia el interés y la curiosidad. El objetivo de la nueva pedagogía era cambiar el proceder mecánico y pasivo de la escuela antigua por el activo y educador de la escuela moderna, donde el profesorado debía limitarse a despertar y dirigir las fuerzas del niño.

 

 

 

Sonsoles San Román reflexiona en la última parte del libro sobre el proceso de feminización que se ha dado en España. Las últimas estadísticas nos hacen ver el fenómeno de feminización que presenta la enseñanza en la actualidad, ya que el 95% de la plantilla son mujeres en preescolar. Esta representación va bajando a medida que se aumenta de ciclo, en secundaria baja y a niveles universitarios todavía más. Una de las razones puede llegar a ser que se le da más tiempo para el estudio y para prepararse para una oposición a los hombres.

Los motivos que facilitaron la feminización fueron varios, entre ellos, las mujeres tenían asimilado que sus trabajos no podían ser en asuntos públicos, lo que les hizo renunciar a dichos puestos y mostrar su interés en la enseñanza. Las autoridades por intereses económicos empezaron a preferir maestras porque en muchos casos les pagaban menos y resultaban más dóciles y manejables que los maestros. Otro motivo fue la obligatoriedad de la enseñanza primaria en la población infantil, se abrieron muchas escuelas para complementar las privadas y esto favoreció la demanda de maestras. 

Como conclusión, la maestra tuvo la primera profesión femenina aceptada por la sociedad. Sin embargo, no comenzó a ejercer como lo hace en la actualidad.  

Antiguamente, se consideraba que la mujer había sido engendrada para la crianza de los niños y este es el origen de la aceptación de su incorporación en el mercado laboral como maestra. Se estaba sacando a la mujer de su hogar, sin embargo, se hizo respetando su respectiva innata naturaleza de criar, su labor en el trabajo era compatible con el concepto de mujer que se tenía, por lo que fue aceptado por todo el mundo. A su vez, económicamente se convirtió en una ventaja el contratar a más mujeres que a hombres como maestros, ya que la mujer cobraba una cuarta parte de lo que cobraba un hombre.

En los inicios de las maestras, comenzaron a ejercer como auxiliar del maestro, era su sombra, y no tenía libertad ni para aportar sus ideas ni mucho menos para dirigir el aula. Más tarde, los hombres veían viable que una mujer se pudiera encargar de una clase, en cambio, esta no podía ser cualquiera, sino que debía de ser un aula de 3 a 6 años. Por lo tanto, se organizó de la siguiente manera:

Las mujeres pasaban de ser auxiliares a ser maestras hasta los 6 años, y a continuación, los niños pasaban a ser atendidos por los maestros, los cuales terminaban de culminar lo que las maestras habían comenzado.

El magisterio comenzó a ser un trabajo con prestigio y así lo hicieron, con el objetivo de motivar a las mujeres a ejercer de ello. En la actualidad se puede seguir observando como el magisterio es predominado por el sexo femenino, la hipótesis que consideramos es la de los estereotipos. Hoy en día seguimos teniendo muy marcado lo que es un hombre y sus deberes y lo que es una mujer y sus deberes. El objetivo es eliminar estos estereotipos e inculcar y visualizar que los trabajos no están vinculados a ningún género.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

San Román, Sonsoles. (1998). Las primeras maestras. Ariel Practicum.

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